viernes, 27 de marzo de 2009


De vez en cuando, la búsqueda de recambios o de información para poder realizar una restauración le lleva a uno a tener largas y plácidas conversaciones con quienes tienen las piezas o el conocimiento y hacen engrandecer la afición.

Puede parecer raro el manifestar que “la gracia” –para mí- de restaurar está en la búsqueda de documentación, de piezas, en los cientos de kilómetros recorridos, en las horas invertidas, en tantos y tantos desengaños y, porqué no decirlo, desesperos.

Al final, después de meses y meses, la conclusión, el montaje final. Apenas unas horas y ya se puede admirar el resultado.

Ayer fue uno de esos momentos de deleite. Una larga conversación con unos amigos recientes, Mingo y Amelia, que siempre tienen palabras agradables y donde el “no” no existe. Me localizaron algo que necesitaba y me dieron algo aún mejor y es lo que quiero compartir:

Parece ser que D. Paco Bultó llevaba en su cartera una tarjeta con el logotipo de Bultaco. Hasta aquí nada de extrañar. Pero en esta tarjeta sólo figuraba una poesía. Su lema.

Mingo trabajó con él. Le considera (aún) su jefe y mantiene una estrecha relación con la familia. Por decir algo, Bultaco aún está viva, aún está su espíritu activo. Y es de agradecer.

Para no alargarme y hacerlo pesado, os diré que Mingo, como homenaje , editó unas tarjetas. Prácticamente idénticas a las que D. Paco llevaba (o lleva?) en su cartera y las regala a sus amigos, compartiendo el lema.
Afortunadamente ya tengo la mía y cómo no no, yo os la “doy” aunque sea virtualmente y para dejar constancia a la afición Bultaco.

¡Espero que os guste!

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